AUTODESTRUCCIÓN

29.12.2020

Soy una mentira. Una invención de mi mente que ha ido tomando forma hasta ser parte del mundo real.
No soy la chica calmada, sonriente y que intenta caerle bien a todo el mundo. Porque así de insegura soy, que la sola idea de saber que a alguien no le gusto, me aterra.
Soy todo lo contrario a lo que digo ser.
Hoy, y desgraciadamente no por primera vez, soy consciente del fuego que emana mi interior. Soy una bomba de relojería.
Hoy, mientras sentía mi interior arder y mis manos arañándome como si quisiera mudarme de piel, en solo unos segundos, por mi mente han pasado los sucesos que podría hacer, como si de una película fotografiada se tratara. Me he temido.
Es difícil tener que admitir que eres destructiva, no solo para tu entorno, sino que para ti misma también.


El fuego que me consume, no es una llama que chispea o crece poco a poco. Cuando aparece, me incendia por completo en segundos. Dejo de pensar con claridad. Dejo de pensar en todo.
Siempre he pensado que soy una chica que antes de hacer las cosas se lo piensa no una ni dos veces, sino más.
Cuando se apodera de mí esa colera, ese enfado, solo me centro en el culpable de ese incendio en mi interior.
Me duele, me hiere, y sé que hiere a los de mi entorno. Y no me doy cuenta hasta que el incendio mengua.


Siempre me escabullo por las noches y subo al tejado, me tumbo en el suelo y observo el cielo mientras siento que me vuelvo a enfriar.
Ver las pocas estrellas que se pueden ver me tranquiliza, suelo intentar medir o imaginarme la distancia que nos separa. También suelo entristecerme al saber que tal vez esa estrella lleve millones de años apagada y que lo único que quede de ella, sea el reflejo de lo que fue una vez.
Las personas somos así, siempre queda el brillo de lo que una vez fuimos, sea bueno o malo. Pero siempre quedamos presentes.
Hoy al estar tumbada en ese suelo, tiritando del frío que hacía, he escogido mi estrella. He conversado con la Luna y le he prometido conocerla más de cerca. Así que he entrado a internet y he buscado un telescopio que me ayude a acercarme a aquella que tantas noches de apoyo me ha brindado.
De pequeña, la Luna solía seguirme hasta casa, le temía, porque si se acercaba podría matarme, ya que era más grande que yo!. Ahora soy yo la que persigue a la Luna en busca de consuelo y compañía.
A menudo, suelo sentirme identificada con la Luna, ¡ya que tiene la historia de amor más trágica conocida!
La explicaré para quien no la conozca.
Cuenta la leyenda, que dos seres se amaban locamente, eran la Luna y el Sol.
Afrodita, que era la diosa de la belleza y del amor (sobre todo de la seducción), sentía celos de esa pareja mundana, ya que no debía existir mejor amor del que ella brindaba.
Así que con la envidia tomando posesión de su cuerpo, bajó a la Tierra para demostrar que ese romance no era ni tan intenso ni tan verdadero como parecía ser.
Intentó seducir al joven Sol, pero él, con todo el respeto por estar ante una diosa, la rechazó haciendo mención de que su corazón solo pertenecía a una sola persona.
La diosa, furiosa por no haber sido capaz de conquistar a un simple mortal, mandó separar a los amantes para siempre. Convirtió al joven  en una estrella que iluminaria el día, y a la joven en un satélite que iluminaría la noche. Para que nunca volvieran a coincidir. Afrodita daba por hecho que con esa maldición, el amor de la joven pareja se extinguiría, pero no fue así.
La Luna lloraba entre la soledad de la noche, los días que no podía parar de llorar, decidía no alumbrar la tierra y desaparecía, su única compañía eran las estrellas.
Zeus, al ver que su amor, después de un tiempo no se extinguía, sintió pena y como no podía deshacer la maldición, intervino para que el Sol, pudiera al menos rozar a su amada durante unos minutos, en largos periodos de tiempo.

En cierta forma, yo soy la Luna, que llora por las noches, Afrodita la vida que intenta alejarme de la felicidad y el Sol, la felicidad que más anhelo.


Me temo, pero también me quiero. Y debo acabar con el fuego que crece en mí dejándome sin el control de mi cuerpo y mente.


Debo dejar de dañarme y dañar a los que me rodean. No es justo ser una bomba de relojería, no es justo ni para mí ni para los que me quieren. 

© 2018 Blog de Escritos. 
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar